Más Socialismo y más democracia para Chile

Más socialismo y más democracia para Chile
por Camilo Escalona

Michelle Bachelet expresó: “soplan vientos nuevos para Chile”. La frase suena en la conciencia de los millones de chilenos que perciben tiempos de cambio. De continuidad de la obra concertacionista y renovación de programas y metas que avanzan en el sentido de un país económicamente fuerte, y socialmente justo para todos. Ha sido la propuesta socialista durante estos años de democracia reconquistada.
La proyección de los valores del socialismo democrático en este proceso, se manifiesta en las expresiones de renovación de las formas de hacer política, revalorando la diversidad y la libertad y la defensa de los derechos sociales, políticos y culturales, individuales y colectivos. Es un Chile que quiere abatir las barreras de la marginación de tantas ciudadanas y ciudadanos, para extender el bienestar y la seguridad para todos.
La esperanza y el entusiasmo social que ha despertado la Presidenta Bachelet es la mejor oportunidad que tenemos los socialistas para consolidar nuestro liderazgo y programa progresista en la sociedad chilena. Después de tres décadas se han reinstalado nuevas confianzas hacia nuestro partido. Con ello, la sociedad que mayoritariamente cuestiona toda forma de autoritarismo y conservadurismo, se constituye en la principal debilidad de una derecha confusa y sin propuesta, prisionera de un rol opositor sin rumbo, distanciada de un país que quiere más crecimiento, más igualdad, más libertad y más solidaridad.
La continuidad de la Concertación:
una necesidad de país La Concertación ha logrado ganar las cuatro últimas elecciones y conquistar el gobierno. Ha entregado confianza y esperanza; ha impulsado crecimiento y desarrollo; ha reducido la pobreza; ha dado gobernabilidad y tranquilidad al país; ha sostenido la equidad y la inclusión social de más chilenos. No hay experiencias similares de coaliciones exitosas que hayan gobernado en democracia y por tanto tiempo.
Esto ha significado un aprendizaje de diálogo y tolerancia entre los partidos políticos que componen la Concertación, que sorprende a nuestros adversarios, acostumbrados a la lógica de la imposición del pensamiento único y del autoritarismo.
La tarea concertacionista aún no termina. Se ha avanzado y se puede avanzar más corrigiendo los errores, reduciendo las falencias sociales y las desigualdades inadmisibles para los socialistas. Las primeras medidas de gobierno de Michelle Bachelet apuntan precisamente hacia esas metas: 800 salas cunas en 2006; salud gratuita para los mayores de 60 años; aumento de las pensiones mínimas, y mayor protección al mundo del trabajador. La Concertación debe proseguir y así lo entendieron los millones de chilenos que entregaron su confianza al nuevo gobierno.
Los gobiernos de la Concertación han impulsado cambios positivos. Nos hemos hecho cargo de la inmensa exclusión y deuda social heredada de la dictadura, y no evadimos ni minimizamos las tareas que nos quedan por hacer como partido, sobre todo ahora que somos el partido de la Presidenta.
Consolidar la supremacía civil y democrática y avanzar hacia una nueva cultura de los Derechos Humanos.
Los avances en la democratización de la FF.AA., el fin del rol de garantes heredado de la ideología pinochetista; la subordinación institucional al poder civil, y el término de la inamovilidad de los Comandantes en Jefe, han terminado con la sensación de amenaza sobre la democracia. Asimismo, los procesos judiciales autónomos, las condenas por las violaciones a los Derechos Humanos, y las políticas de reparación, han configurado un cuadro que ha ido superando la impunidad que pretendió imponerse. Los socialistas hemos estado entre los principales artífices de una nueva política hacia las FF.AA., de su integración democrática que augura un futuro en el cual nunca más se repita la brutal interrupción de la democracia y la libertad de 1973. También, hemos contribuido, desde el recuerdo de nuestras propias heridas y mártires socialistas caídos, a la consolidación de una renovada cultura de los Derechos Humanos, tanto de aquellos tradicionales consagrados en la Carta de las Naciones Unidas como de los nuevos derechos que el mundo moderno ha ido imponiendo a los hombres y mujeres.
Los socialistas y el Chile que cambia
A los 30 años del Golpe de Estado, resurgió la figura del Presidente Salvador Allende como el símbolo de una vocación de democracia y justicia social, propia del socialismo democrático.
Junto a los masivos eventos en recuerdo de aquella fecha, se reabrió en el Palacio de la Moneda la puerta de Morandé. Con el gesto del Presidente Lagos, en el silencio de la mañana del 11 de septiembre, se expresó toda la emoción y el homenaje largamente contenidos hacia el Presidente caído y hacia todas las víctimas de la dictadura. La memoria regresó a la conciencia nacional con el reconocimiento del proyecto democrático de Allende, el que los socialistas hemos representado en estos años de reconstrucción de la libertad. Tenemos razones para sentir orgullo de nuestro aporte a la historia del Chile moderno; hemos continuado la gesta de O`Higgins, Rodríguez y Carrera, en su temprana vocación republicana; somos herederos de la Sociedad de la Igualdad de Francisco Bilbao y Santiago Arcos; de las sociedades de socorro mutuo de comienzos de 1900; de la constitución del movimiento obrero y social, de los gobiernos progresistas del Frente Popular de los años 30, del FRAP de los 50 y del limpio triunfo del Presidente Allende con la Unidad Popular.
Estuvimos con la izquierda y los demócratas consecuentes en la primera línea de la lucha contra la dictadura y fuimos gestores del proceso de unidad más amplia de la historia política chilena: el entendimiento entre democratacristianos y socialistas, base de la fórmula de centroizquierda que gobierna con el amplio consenso de los chilenos desde 1990. Dimos un paso que requirió de enorme coraje político para superar desconfianzas y dogmatismos y posibilitar el histórico triunfo del No y el final de la dictadura de Pinochet.
En el marco del proceso unitario de 1990, los socialistas, nos transformamos en la casa común de la izquierda histórica y moderna chilena. Miles de militantes del PC, de la IC, del MAPU y el MIR, confluyeron en el crisol partidario, partícipes todos del proceso de revisión general de los modelos y dogmas de la izquierda tradicional, con la esperanza de proponer renovación y continuidad con nuestra historia común, acorde a los nuevos tiempos políticos, culturales y económicos del mundo actual.
Tareas y desafíos del socialismo chileno de hoy
El liderazgo de Michelle Bachelet dio sus primeros frutos. Ha concretado su voluntad de renovar a los cuadros directivos del gobierno y ha dado paso a la plena e igualitaria participación de las mujeres en la alta gestión pública, poniendo en marcha nuestra resuelta disposición a superar la historia de desigualdad de género en el país. El impacto de esta política será enorme, cambiará una mentalidad de atraso y prejuicios.
Más socialismo y más democracia para Chile
El programa de gobierno significa continuidad y cambio, siendo central su compromiso de profundizar las políticas públicas con un sello de ampliación de libertades y derechos, junto a la mayor protección social y con un énfasis redistributivo hacia los sectores postergados y no integrados plenamente al desarrollo.
Después de sus cuatro años de gobierno, Chile se habrá acercado más hacia el Estado de bienestar social que otros socialistas han construido exitosamente en países donde han conjugado el desarrollo con la igualdad y, sobre todo, con la libertad.
Coherentemente, hacemos nuestro el programa de Michelle Bachelet. Estaremos integrados a la responsabilid de gobierno, y nuestros parlamentarios trabajarán para generar y respaldar las iniciativas de ley y las normas presupuestarias necesarias para el éxito de esta gestión.
Nuestra propuesta es constructiva y propositiva, busca fortalecer los espacios para el debate, la crítica y el desarrollo del pensamiento. Asumimos sin matices nuestras obligaciones como partido de gobierno, sin perder el espíritu crítico, que es consustancial a quienes no renunciamos a seguir transformando la realidad en beneficio de los intereses del mundo del trabajo que representamos.
Hemos señalado los trazos orientadores para la reflexión y la conducción partidaria. Hoy como nunca antes, debemos saber interpretar y representar el sentir de las aspiraciones diversas de los millones de chilenas y chilenos, para hacer de la política una expresión legítima, necesaria y apreciada positivamente por la sociedad.
La democracia es nuestra vocación y compromiso. Ella se basa en el reconocimiento del poder de las mayorías y también en la protección de las minorías; de los derechos y libertad de aquellos que disienten. La violación de estas normas es, para los socialistas, razón de crítica y condena. Conscientes de representar una amplia mayoría, propondremos al nuevo Comité Central la creación de dos nuevas vicepresidencias que permitan la formación de una conducción integradora e inclusiva.
Así es como concebimos nuestra responsabilidad política hacia Chile y su gobierno. En ese sentido queremos trabajar por adecuar el partido a los tiempos que cambian, proyectando una imagen política seria y confiable para la sociedad.
Inspirados por el objetivo de un partido a la altura de un país que cambia, hemos concurrido en la lista “Más socialismo y más democracia para Chile”. Miramos dentro de nosotros, miramos el futuro de Chile y los años que tenemos por delante. El futuro del país puede y debe ser de desarrollo sostenido y de bienestar para todos y no sólo para algunos privilegiados. En ese desafío se mide el peso, la responsabilidad y la inteligencia política de los socialistas.
Quienes hemos tenido legítimas diferencias en el pasado reciente, y que incluso estuvimos en distintas orgánicas en la dolorosa división del socialismo. Ahora con Michelle Bachelet en la presidencia, es la hora de cerrar definitivamente esas heridas y proyectar un partido unido, que asume sin complejos el derecho de la diversidad interna, pero que se propone actuar cohesionada y coherentemente de manera de estar a la altura del desafío que significa ser un actor de un cambio histórico como el que hoy vivimos.

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